Vigilia pascual. Es la noche de la gran fiesta del año y debe notarse en todo: no puede haber más flores en una boda que en esta noche, no podemos cantar más en unas comuniones que en esta vigilia, no puede haber más incienso en un funeral que en el día en el que se da sentido a nuestra fe.
En esta noche santa encendemos el fuego que rompe la oscuridad y da paso a la luz de Jesucristo que nosotros seguimos y tomamos luz de su luz. Escuchamos el pregón pascual que anuncia la Pascua. A continuación, serenamente, se escucha la palabra de Dios, que en este día hace un recorrido por la historia de salvación. Entre las lecturas del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se entona el gloria mientras se tañen las campanas, se ilumina la iglesia y se encienden las velas del altar; como si la luz irrumpiese definitivamente en la oscuridad de la noche, porque Cristo ha irrumpido así en la historia y el Gloria nos recuerda ese misterio de la encarnación. Después de este momento se proclama la epístola de san Pablo y, a continuación, se entona el esperado Aleluya pascual antes de proclamar el Evangelio: "No está aquí, ha resucitado". El ambón, esta noche más que nunca, simboliza el sepulcro vacío, por eso, junto a él debe llamear con viveza el cirio pascual, porque es Cristo resucitado. Prosigue una breve homilía.
En esta noche santa encendemos el fuego que rompe la oscuridad y da paso a la luz de Jesucristo que nosotros seguimos y tomamos luz de su luz. Escuchamos el pregón pascual que anuncia la Pascua. A continuación, serenamente, se escucha la palabra de Dios, que en este día hace un recorrido por la historia de salvación. Entre las lecturas del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se entona el gloria mientras se tañen las campanas, se ilumina la iglesia y se encienden las velas del altar; como si la luz irrumpiese definitivamente en la oscuridad de la noche, porque Cristo ha irrumpido así en la historia y el Gloria nos recuerda ese misterio de la encarnación. Después de este momento se proclama la epístola de san Pablo y, a continuación, se entona el esperado Aleluya pascual antes de proclamar el Evangelio: "No está aquí, ha resucitado". El ambón, esta noche más que nunca, simboliza el sepulcro vacío, por eso, junto a él debe llamear con viveza el cirio pascual, porque es Cristo resucitado. Prosigue una breve homilía.
El siguiente rito es la liturgia bautismal en la que se invoca a los santos con las letanías, se bendice el agua y se renuevan las promesas bautismales en lugar del Credo. En esta noche, la oración de los fieles deben hacerla los recién bautizados (si son adultos).
A partir de aquí el sacerdote se dirige al altar y comienza la liturgia eucarística en la forma habitual; sin embargo, en el día de hoy esta eucaristía tiene para nosotros un valor y una riqueza añadida, porque es la que da sentido a todas nuestras celebraciones dominicales. Al final, se despide a la asamblea con el doble aleluya: "Podéis ir en paz, aleluya, aleluya", al cual la asamblea responde: "Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya".
Domingo de resurrección. Aunque la gran fiesta es la vigilia, y en ella encontramos la riqueza de los símbolos pascuales, el domingo de Pascua es la continuación de la fiesta de la resurrección y se prolongará cincuenta días. Aunque no podemos olvidar que esta fiesta continúa cada domingo: "Acuérdate de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal".
Oscar Valado
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