“Cuánto he deseado celebrar esta pascua con vosotros” (Lc 22,15)
1. Origen y significado.
La Pascua tiene un origen antiquísimo; el término proviene del latín "páscae", que a su vez proviene del griego "πάσχα" (pasja), una adaptación del hebreo "פסח" (pésaj), que significa "paso" o “salto”. Inicialmente era una fiesta de pastores nómadas que, al comienzo de la primavera, ofrecían en sacrificio los primeros corderos del rebaño para pedir la protección divina; a esta fiesta, más adelante, se unió la fiesta agrícola del inicio de la siega; después, a raíz de la liberación de Egipto, la fiesta tomó un nuevo sentido, el de conmemorar la liberación de la esclavitud que Dios había realizado por Moisés. El cordero que ofrecían los pastores se convirtió en el recuerdo de aquella noche en la que el ángel pasó de largo de las casas marcadas con su sangre, la noche que fue el inicio de la marcha hacia la libertad. Y el nombre de "Pascua" pasó a relacionarse con este "paso" salvador.
La Pascua será, desde entonces, la fiesta central del pueblo de Israel. Y será en los días de esta fiesta cuando Jesús es detenido y ajusticiado. Su resurrección, entonces, será entendida por sus discípulos como la nueva Pascua, la definitiva: aquella liberación que Israel había experimentado por obra de Dios, se convertirá –a partir de ahora– en liberación para siempre y para todos. De este modo, la Pascua vincula el Antiguo y el Nuevo Testamento; manifiesta la victoria ganada en la Cruz por Jesús sobre el demonio; los hombres estábamos bajo la esclavitud del pecado pero en Cristo tenemos vida nueva.
Hay una continuidad entre la Pascua judía y la cristiana: Cristo, es inmolado el mismo día de la pascua judía, en que se inmolaban los corderos en el templo. Jesús es el Cordero Pascual que nos libera del pecado. Por eso nuestra pascua, como la judía, recuerda la liberación de Egipto, el paso por el Mar Rojo, el cordero pascual, etc., pero con un significado pleno, entre la continuidad y la novedad. Por la resurrección de Jesucristo, toda la humanidad está llamada a la vida definitiva. Es la "Pascua florida", la vida nueva que florece y vence a la muerte. La Iglesia de Roma comenzó a celebrar la Pascua el primer domingo después de la primera luna llena del equinoccio de primavera. Este domingo siempre cae entre el 22 de marzo y el 25 de abril; y el primer Concilio de Nicea (325) decretó que la práctica romana para determinar el domingo de Pascua debía observarse en toda la Iglesia; y en función al domingo de Pascua se calculan todas las fiestas movibles del calendario.
2. Características y peculiaridades de este tiempo.
La Pascua se prolonga durante 50 días, es decir, desde la noche de la Vigilia Pascual hasta el domingo de Pentecostés. Componen este tiempo 8 domingos: El domingo de Resurrección con su octava, 5 domingos de Pascua, la Ascensión y Pentecostés.
Durante este tiempo, se harán presentes en nuestras celebraciones diferentes elementos y símbolos que nos ayudan a comprender mejor el misterio que celebramos y nos ayudan a tomar conciencia de que estamos en Pascua:
El cirio pascual. En la celebración de la vigilia pascual, en la oscuridad de la noche, tras bendecir el fuego, se enciende un gran cirio que representa a Cristo resucitado, luz que vence a las sombras. El ambón simboliza el sepulcro vacía, por ello, durante toda la pascua, el cirio permanece llameante junto a él, es la presencia de Jesús resucitado en la comunidad.
El Aleluya. Es el canto más significativo de la Pascua. Es una palabra hebrea que quiere decir "alabemos a Dios". Bendecimos su nombre por el misterio que ha obrado en nosotros a través de su resurrección. Con el aleluya aclamamos al Cordero, tal y como encontramos en el Apocalipsis: "¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder son de nuestros Dios" (Ap 19, 1).
El agua. La noche de Pascua se bendice el agua con la que se bautizará –si los hay– a los catecúmenos. También seremos aspergidos con el agua que renueva nuestro propio bautismo; rito que se puede realizar todos los domingos de Pascua en sustitución del rito penitencial.
La ornamentación de la iglesia. Otros signo visible e importante de este tiempo debe ser el cuidado de la ornamentación: las flores, la luz, todo lo que pueda crear un clima festivo, porque estamos en el tiempo más importante del año.
3. Canto y música en la Pascua
Como en los demás tiempos litúrgicos, debemos elegir un repertorio apropiado que podremos repetir durante los 50 días que dura la Pascua. Eso sí, la vigilia pascual y el domingo de Pascua debe ser la celebración más solemne del año, con todo lo que eso significa.
- Durante este tiempo es conveniente hacer la aspersión mientras se canta: "Vidi aquam" u otro canto de carácter bautismal como por ejemplo: "Un solo Señor".
- Se vuelve a entonar el himno del Gloria.
- La antífona del salmo responsorial puede sustituirse a diario por "Aleluya, aleluya".
- El domingo de pascua, después de la segunda lectura se debe cantar la secuencia: "Victime paschalis laudes" – Ofrezcan los cristianos / ofrendas de alabanza / a gloria de la Víctima / propicia de la Pascua...
- El aleluya también vuelve a resonar en la iglesia como la aclamación más importante antes de proclamar el Evangelio desde el ambón iluminado por el cirio.
- Desde la vigilia Pascual hasta el II Domingo de Pascua se despide a la asamblea con el doble aleluya, preferiblemente cantado: “Podéis ir en paz, aleluya, aleluya”.
- Al repertorio tradicional como O filii et filie, se pueden sumar otras propuestas en castellano o en gallego que han de guardar la correspondiente coherencia con el tiempo pascual.
- La antífona mariana por excelencia durante este tiempo es el Regina Caeli – Reina del cielo
- En Pentecostés, último domingo de Pascua, debe hacerse especial hincapié en las peculiaridades de esa solemnidad, por ejemplo: la secuencia Veni, Sancte Spiritus, o el Veni Creator; también en sus traducciones.
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